Pocas películas han marcado tanto el cine español como Arrebato (1979). Iván Zulueta dirigía su segunda película y partía por la mitad una industria que comenzaba a vivir, como el país, en democracia. Su historia sobre el cine como vampiro, sobre el proceso de creación, la droga y las relaciones tóxicas y dependientes, llegó como un terremoto de modernidad y libertad. Arrebato no se parecía a nada que se hubiera visto antes en España, y no hay nada que se haya hecho después que se le parezca.