Estas últimas semanas han surgido y resurgido debates en torno a los lugares de enunciación dentro de la literatura. Por un lado, el discutidísimo artículo escrito por Aloma Rodríguez en El Mundo sobre un supuesto bum de las escritoras españolas y su asimilación por parte del mercado. Por otro, la crítica de Alberto Olmos a la última novela de Sara Barquinero, Los escorpiones (Lumen, 2024), que queriendo parecer brutalmente honesta, acaba posándose en los mismos clichés y herramientas que ha utilizado históricamente la crítica literaria masculina para desprestigiar e invisibilizar la escritura de las mujeres, como señala Joanna Russ en su ensayo Cómo acabar con la escritura de las mujeres (Dos Bigotes y Barrett, 2018).