Ni siquiera una pandemia, que levantó la tapa de las cloacas del sector artístico, ha servido para corregir las deficiencias de la situación laboral de los músicos que en gran medida hacen equilibrios sobre un trabajo precario, intermitente, proclive al fraude y exento de protección. Muchos se quedaron sin acceso a ayudas durante aquel aciago 2020.
Quien dice muchos, dice muchísimos. La Coordinadora Sindical de Trabajadoras/es Músicos (CST-Músicos) cifró en un 90% el número de “invisibles administrativos” que antes de la COVID-19 “actuaban irregularmente sin contrato, sin alta y que, para cobrar, facturaban como falsos autónomos”, apunta Juan José Castillo, director ejecutivo de este sindicato sectorial.