Cuando se observa a Leo Bassi de cerca, en un camerino de la madrileña sala Mirador, no cabe duda de su parecido físico con Benito Mussolini. Calvo, gordo, de voz ronca y profunda y muy gesticulante, a sus 67 años, uno de los cómicos más iconoclastas de la escena europea puede dar a la perfección la réplica del Duce. Pero cuando comienza a actuar, en medio de una escenografía fascista y solemne, en su monólogo Yo, Mussolini la actitud del espectador oscila entre la risa y el miedo. De eso se trata cuando Bassi afirma con rotundidad, en una charla con eldiario.es, que "el miedo de la gente es la base del fascismo y por ello el humor tiene la función de quitar ese miedo".