Era gigantón y tenía los nudillos pelados de tanto castigar el saco de boxeo que colgaba del techo, en el pasillo de su casa. Se llamaba Alfredo Grimaldos y ejercía de periodista, denunciando las sombras que envuelven nuestra verdadera historia, miserias que hacen que nos creamos lo contrario a lo sucedido. Porque Grimaldos escribía sobre esas cosas a las que casi nadie se atreve a acercarse.
Era un tipo curtido en mil y una batallas, de los del culo pelao, que dicen, hecho en la solidaridad y en la resistencia; un tipo que olfateaba a un fascista a kilómetros de distancia.