En el principio fue el aullido, el grito liberador cuya sombra se proyectaba en el infierno. Luego llegó el metal del saxofón, el cuerno del diablo que imita los bocinazos de los coches; el sonido de una ciudad donde se abandona todo tipo de esperanza; el mercado negro donde se ofrecen sacrificios al dios Moloch a cambio de interés a corto plazo.
Mientras tanto, mientras se desarrolla el ritual, James Brown y Little Richard rompen sus gargantas. En sus plegarias, llenas de doble sentido, aúllan todo el legado de la iglesia negra. La historia de la buena música es un puzzle que se va componiendo desde los márgenes.