La tarde del miércoles 7 de diciembre, el Congreso peruano debía discutir la tercera moción de destitución ("vacancia", en Perú) contra Pedro Castillo, pero el presidente se adelantó. Esa mañana, Castillo ordenó disolver el Congreso, sin seguir los pasos que exige la Constitución. Por ese motivo, nadie obedeció. Las Fuerzas Armadas no respondieron. Tampoco los congresistas, ni su vicepresidenta, ni gran parte de sus ministros. En solo unas horas, el legislativo reaccionó con una nueva moción, en este caso por "rebelión", que terminó con su Gobierno.