Luke Harding habla de Ucrania y de los ucranianos como si los tuviera delante aunque esté en Londres. De los vendedores de verduras en el borde de la carretera, de los campos oscuros y las cúspides doradas. De su banco favorito de un parque bombardeado, del pequeño tarro de propinas donde pone “para la fiesta de la victoria” en el quiosco de Kiev donde compra el café por la mañana y de su amigo el novelista Andrei Kurkov. Mueve las manos y repite “boom, boom” para contar cómo suena el frente.