La cabeza de Renat es un torbellino de ideas como las coloridas espirales que dibuja. Sentado en la cama de una clínica infantil de Leópolis (Ucrania), donde permanece ingresado desde hace cerca de dos semanas, el niño describe acelerado una decena de planes amontonados en su mente mientras espera a recuperarse de las heridas provocadas en su espalda por el bombardeo ruso en la estación de Kramatorsk.
Demasiados proyectos tiene Renat como para que se los arrebate una guerra de la que poco sabe.