Lo dijo así, sin rodeos: ''Vendemos un sueño imposible para el perdedor promedio''. Mientras diseñaban la campaña de vídeos y fotos, con las modelos e influencers más destacados de Instagram jugando en una playa de arenas blancas y agua de un celeste casi inverosímil, Billy McFarland y las personas que trabajaban para él pensaban en un objetivo específico: aquellas y aquellos que viven pegados a las redes sociales, millennials y con algo de dinero –como ellos–, encandilados con esos paraísos efímeros que se cruzan apenas deslizan los dedos sobre sus teléfonos.