En un modesto auditorio, con espacio para los artistas y unos pocos observadores, resonó el futuro de la música clásica. "Cuidado con el ruido, que Gustavo Dudamel tiene un oído muy sensible", avisan antes de entrar en la Fundación Orquesta y Coro de Madrid (ORCAM). Al poco de empezar el ensayo esas palabras cobran sentido: el reconocido director de orquesta, cuyo pelo ajetreado se agita cada vez que mueve la batuta, tuerce el gesto cada vez que la madera de la zona superior cruje por las pisadas de los visitantes.