Chantal Akerman cambió el cine en 1975 con Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles. Colocaba en el centro del relato lo que nunca se mostraba en el cine: el espacio doméstico. Las acciones a las que la sociedad había relegado a las mujeres no eran interesantes para las películas. Las historias no contaban a mujeres cortando patatas, o fregando platos. El espacio doméstico, en cuanto a vinculado a la mujer, estaba condenado al ostracismo. Como mucho a la acción en segundo plano, mientras otras cosas (por supuesto, más importantes según los directores) ocurrían en primer plano.