Hubo un tiempo en el que Sabina era un flaco al que te podías encontrar en cualquier after de la época buscando caliche. Bajo la luz azulona de los retretes escribía la última estrofa de su próxima canción. Traía la voz quebrada de tanto tango, Ducados y gafas oscuras que le protegían del maldito sol de la mañana. Esas cosas.
Recuerdo que fue un invierno, a mediados de los 90, cuando se subió al escenario del Palacio de los Deportes de Madrid con motivo de un concierto en apoyo a los pueblos indígenas. El concierto lo había organizado el poeta José Agustín Goytisolo y contaba con la participación de Aute, Paco Ibáñez, Burning, Juan Perro y el actor Juan Diego, entre otros.