Más de dos décadas después de que Jim O’Neill, estratega jefe de Goldman Sachs, acuñara el acrónimo BRICS para describir el repentino protagonismo económico y creciente músculo geopolítico con el que Brasil, Rusia, India y China y Sudáfrica empezaron a confrontar sus fuerzas con las potencias industrializadas, otro grupo de naciones emergentes —Vietnam, Polonia, México, Marruecos e Indonesia— se han convertido en “mercados conectores”. Ese término les identifica como países nutrientes de las necesidades manufactureras, suministros de componentes o chips esenciales para la industria tecnológica y de no pocas materias primas con las que las naciones de rentas altas —y el resto del planeta, con China a la cabeza— buscan abastecer sus capacidades productivas.