A final de enero, cuando los casos de coronavirus fuera de China aún se contaban por decenas, su mapa ya había visto la luz. Cuando ya se perdía la cuenta de los países que habían notificado contagios, el característico tablero negro con puntos rojos diseñado por ingenieros de la Universidad Johns Hopkins mostraba la cada vez mayor rapidez con la que el virus estaba diseminándose por el mundo. Lo hacían en tiempo real, bebiendo de fuentes oficiales y lograron convertirse en una de las primeras web en las que se publicaban cifras de casos fiables y actualizadas a nivel global, llenando ese vacío.