De pie sobre una butaca, Sergio Massa arenga a los dirigentes y militantes que estiran la fiesta en la terraza donde celebra sus resultados Unión por la Patria, trepado ahí arriba, una resurrección peronista, la figura en torno a la cual se construyó una victoria que parecía imposible. Pasada la medianoche, entre el fervor inesperado, Massa coronó —aunque todavía falta un round más, el definitivo— un proceso que atravesó a puro tropiezo.
Ministro de Economía de un gobierno con todos los indicadores en rojo, Massa pasó de los 6,7 millones de votos que sumó junto a Juan Grabois en las primarias de Argentina —los propios fueron algo más de 5,1 millones— a 9,6 millones para acercarse, casi insólitamente para el contexto, a la posibilidad de ganar en primera vuelta.