Un recorrido relajado por el distrito de los diamantes de Amberes solo dura cinco minutos. Sin embargo, en apenas un kilómetro cuadrado de un barrio gris de la segunda ciudad de Bélgica pasa el 86% de los diamantes en bruto del mundo. A las anodinas oficinas de hormigón de Amberes llegan piedras preciosas de mil millones de años procedentes de las lejanas profundidades de las minas de Botsuana, Canadá, Sudáfrica, Angola... y Rusia.
A pesar de la atroz guerra en Ucrania, que ha paralizado intercambios comerciales valorados en miles de millones de dólares, Bélgica sigue importando diamantes de Rusia, aunque en cantidades muy reducidas.